In Memoriam: Agustín Alcázar Segura
Con profundo dolor, tuvimos que informar la pasada semana del fallecimiento de Don Agustín Alcázar Segura. En nombre propio y del CISDE, quiero transmitir a su familia nuestro más sentido pésame.
General de Brigada retirado del Ejército de Tierra, Agustín era un muy querido amigo y colaborador de esta casa. Pera esta fue sólo la última etapa de una larga carrera. Como hijo de militar, ingresó en el ejército como tropa con tan sólo 17 años, antes de obtener su plaza en la Academia General de Zaragoza. Ya como Teniente de Infantería conocería a Mari Carmen, con la que se casaría en 1968 y pasaría el resto de su vida. Con los años llegó su hijo Juanje, otros destinos y otros empleos de los que no toca extenderse hoy.
Sin embargo, no puedo menos que recordar que nuestros caminos se cruzaron por primera vez en 1998 en la base El Goloso. Él mandaba el Regimiento Asturias 31 y yo era soldado de reemplazo en el regimiento vecino, el Alcázar de Toledo 61. No hace falta decir que nuestro trato no pasó del saludo reglamentario. Lo que recuerdo es su paso alargado y su fama de jefe cortés y estricto, lo que pude comprobar unos años más tarde.
Nos volvimos a encontrar hace unos cinco años y medio, cuando él dirigía el Máster de Seguridad, Defensa y Geoestrategia del CISDE y yo participaba como profesor de uno de los módulos. Fue entonces cuando pude conocerle a él y a la magnífica compañera que sin duda hizo posible sus muchos logros: curso de Estado Mayor, profesor de táctica, jefe de estrategia en la Escuela de Estado Mayor, Subdirector de Doctrina en el Mando de Adiestramiento y Doctrina, Jefe del Batallón León III/61 y del Regimiento Asturias, Segundo Jefe de la Comandancia General de Ceuta, unos 300 artículos publicados, 34 libros escritos, un sinfín de conferencias y, por encima de todo, una familia que era su orgullo y alegría.
Fue por esa época cuando supe que compartíamos la pasión por la historia y el pensamiento militares. Y por ahí continuó una colaboración, que pronto se convirtió en amistad, a través de la preparación conjunta de cursos y la edición de al menos parte de sus libros. Por medio de ese trabajo descubrí una mente fecunda, disciplinada y amueblada como pocas, que complementaba un alma amable. En cuanto supe que impartía el Máster de Historia Militar y Evolución del Pensamiento Estratégico me faltó tiempo para matricularme y abrir un nuevo canal a aquel mundo de conocimientos que Agustín parecía llevar entre las orejas. No por gráfico exagero, si digo que durante unos cuatro años disfruté chutándome en vena su trabajo, literalmente hasta sus últimos días.
Tuve la oportunidad de comprobar que lo que oí de él en la mili era verdad. Agustín era un hombre de exquisitos modales y era un placer trabajar con él. A pesar de sus padecimientos el último año, atendía a sus tareas de profesor con una puntualidad y un rigor espartanos. No era hombre que tolerase los atajos ni la mediocridad. En esos años también tuve el privilegio de disfrutar de su hospitalidad y la de Mari Carmen en más de una ocasión. Pocas veces me he sentido tan en casa fuera de la mía.
A lo largo de ese tiempo, como en un viaje, descubrí primero al militar, luego al escritor, al estratega, al profesor, al compañero, al padre de familia y al amigo. Para nuestra pena y tras larga lucha, Dios finalmente ha decidido llevárselo después de conceder a unos pocos el lujo de conocerle. Soy creyente. No tengo complejo en pedir a quien también lo sea una oración por su alma. A quien no, le pido que se tome una copa a su salud. Allá donde esté, Agustín agradecerá ambas cosas.
Descansa en paz, mi General.
César Pintado Rodríguez.