De la radicalización al suicidio terrorista
Tras un perfil de Facebook, Twitter o Telegram se puede esconder la mano de Daesh que intenta captar adeptos a su yihad. De ahí a convertirse en lobo solitario, foreing fighter o terrorista suicida el proceso es mucho más sencillo y rápido de lo que parece.
La cifra aumenta cada semana, en 2016 las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado han detenido a 64 personas relacionadas con el terrorismo yihadista en 33 operaciones. Algunas de ellas por realizar propaganda, apología y adoctrinamiento de la organización terrorista Daesh, otras, lobos solitarios altamente radicalizados y listos para cometer atentados, miembros de una célula que planeaban ataques o retornados que vuelven a España fuertemente radicalizados tras combatir en Irak o Siria. En total, desde los atentados del 11M, en las 181 operaciones realizadas en España contra el terrorismo islamista, se han detenido a 667 individuos.
Un “me gusta” inicia la radicalización
Pero, ¿cómo se radicalizan? y ¿por qué son capaces de entregar su vida por la ‘yihad’? En los países occidentales, muchos muyahidines (combatientes islámicos fundamentalistas) son captados a través de las redes sociales. Y de una forma mucho más fácil de lo que creemos, según explica el director del Máster Internacional sobre Ciberseguridad y Ciberdefensa del Campus Internacional para la Seguridad y la Defensa (CISDE) e ingeniero informático Francisco Javier Urueña, es suficiente un “me gusta” en una publicación de Facebook. “Se comparte una noticia de un bombardeo sobre población civil en Siria, por ejemplo”, declara Urueña, “entonces alguien le da a “me gusta” o pone un comentario. Daesh tiene psicólogos, captadores expertos, que siguen estas publicaciones e inmediatamente contactan contigo”. Según nos cuenta el proceso es relativamente sencillo: primero comienzan a mandar mensajes al posible futuro combatiente, en este punto, alguna gente se da cuenta y deja de interactuar con el captador, pero otra continua con la relación. Les enseñan bombardeos en Siria y la penosa situación de la población, culpando siempre a los occidentales de ésta y haciendo que cambien su percepción del mundo al tiempo que crece su odio hacia lo occidental. “Venden los territorios conquistados por Daesh como un paraíso”, describe el experto en ciberdefensa, “en el que los mercados están llenos de buenos productos, todos los niños van a la escuela y las familias tienen cobertura sanitaria”. Un paraíso donde los niños juegan con las armas de los combatientes y se fotografían con ellas. El siguiente paso es probar al sujeto: labores sencillas de recogida de fondos o de captación, cada vez con más responsabilidad, “hasta que te proponen convertirte en lobo solitario o trasladarte a los territorios de Daesh”.
Todo este proceso puede suceder sin que nadie de la familia note la radicalización del hijo, el hermano, el sobrino o el amigo. “Tú no estás controlando a tu hijo todo el tiempo la red social en la que está y con quien habla, lo ocultan y en el último momento, cuando cogen el pasaporte y cuatro cosas para irse, es cuando te das cuenta”, explica Urueña. Cuando llegan a territorio de Daesh les quitan el pasaporte con la excusa de que es un documento occidental que no sirve para nada, les cambian su identidad por una islámica y, desde ese momento, no pueden abandonar el autoproclamado Estado Islámico. Solo les será concedido el permiso de regresar a su país de origen si sus superiores están convencidos de que los retornados cometerán atentados allí o se les ha asignado realizar una labor importante de captación o financiación.
Jóvenes terroristas suicidas
Al que decide utilizar su cuerpo como arma de guerra es imposible controlarle. “Jugamos con unas reglas de la guerra que no son las normales”, explica el profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca Pablo Rey. De este modo, la labor de inteligencia cobra una importancia fundamental para intervenir las redes, “aunque siempre queda ese punto de incertidumbre porque es imposible controlarlo todo”. Rey estuvo hace unos meses en Líbano, junto al profesor de la Universidad Loyola Andalucía Pedro Rivas, realizando un estudio de campo sobre el fenómeno del terrorismo suicida y afirma tajante que, mientras allí los ciudadanos viven siendo conscientes y habiendo asumido el riesgo, “en Occidente no lo asumimos, vivimos en una balsa de aceite que en cuanto se sacude un poco es terrible. Hay que luchar contra ello y controlar a la mezquita o al imán peligroso, como ya se hizo con los grupos terroristas tradicionales europeos, infiltrándose y destruyéndolo desde dentro, pero siempre nos va a quedar el punto de incertidumbre”.
Ante esta sinrazón, la familia del terrorista suicida es la que en muchas ocasiones intenta poner cordura. Y cada vez los suicidas son más jóvenes. “Cuando vienen las cámaras o tienen que hablar ante el imán se muestran orgullosos del hijo, pero en privado te reconocen que no querían que muriese, que es una locura que fomenta el odio y la sinrazón, pero que no han podido convencerle de que no lo hiciese”, declara Rey. Y es que, los países musulmanes son los que más sufren el azote del terrorismo y los ataques suicidas, “aquí no nos creemos que lo nuestro es lo anecdótico, pero lo raro es tener una sociedad donde todo está controlado y eso tenemos que conservarlo”, matiza el profesor de la Universidad de Salamanca, “y ojalá podamos cambiar la situación de los que viven sufriendo la guerra, los conflictos y el terrorismo”.
Mientras, países como España están intentando atajar la radicalización de futuros combatientes. El Mando Conjunto de Ciberdefensa de las Fuerzas Armadas; la UC2, la unidad especializada en terrorismo internacional de la Jefatura de Información de la Guardia Civil o la labor de cibervigilancia de la Policía Nacional, todo ello para controlar las comunicaciones, las redes sociales, los foros de temática yihadista y la web profunda. “Entre el 94 y el 96 % de internet está en la web profunda”, explica Urueña, que también resalta la cooperación multinacional en este sentido y la dificultad de conseguir controlarlo, ya que se puede cambiar la ubicación de una web o un foro en horas.
Preguntamos al experto en ciberseguridad si nos podemos sentir ciberamenazados por Daesh y su respuesta es clara: “a nivel particular, no, el único peligro que hay es si una persona accede a páginas web o redes sociales de contenido yihadista; pero a nivel estatal y de infraestructuras críticas, sí”. Además, se puede utilizar internet para planificar atentados, “Google Maps da mucha información de infraestructuras, vías de entrada y de escape, con planos reales muy buenos, que pueden ayudar a los terroristas a realizar los ataques”, afirma Urueña, “también se puede hacer seguimiento a empresas o incluso a personas a través de su actividad en las redes sociales”. Y advierte, “puede ser que un niño o un joven acceda a contenidos peligrosos, muy fuertes, de las atrocidades que comete Daesh, y pueda causarle un impacto emocional importante”.